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La oportunidad de Revoltosa

  • Foto del escritor: Irene Yebra
    Irene Yebra
  • 25 nov 2018
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 18 oct 2023

Revoltosa es el nombre que le puse a la gatita que encontré perdida y desvalida, maullando sin cesar en busca de ayuda.




Una tarde cualquiera, sentada frente al ordenador y concentrada en mis trabajados, sentía el constante despiste debido a un continuado sonido que provenía del descampado que está enfrente de mi casa. Me asomé varias veces a la ventana pero no pude localizar el lugar exacto, eso sí, estaba segura de que era un gato y por su agudo maullido, bastante joven. Al cabo de las horas y totalmente perdida mi concentración me dispuse a bajar a la calle y buscar al gato.


Tras dar unas cuantas vueltas y escuchar atentamente la procedencia del maullido pude constatar que el gato se encontraba dentro de un coche. Era un coche gris plata, bastante viejo y poco cuidado por su aspecto. En fin, saqué el teléfono de mi bolsillo y me dispuse a llamar a la policía para informarles del suceso, había un gatito entre los recovecos de un coche, debían sacarlo para evitar su muerte una vez el dueño encendiera el motor.


La policía llegó rápido, y para mi asombro y gracias a haberles facilitado la matrícula del vehículo, los dueños de este también acudieron al descampado. Abrieron el capó del coche y con ayuda de mi pareja pudieron sacar al gatito, manchado hasta las orejas de grasa. Lo cogí en brazos para intenta por un segundo, transmitirle paz y tranquilidad, para intentar calmarle, ya estaba a salvo, pero este no paraba de maullar. Los subí a mi casa y ahí pude comprobar que se trataba de una gatita, a la que puse por nombre Revoltosa debido a su extrema actividad.


Ante mi incapacidad de quedármela, pues ya tengo otro animal y su convivencia sería incompatible, llamé a la protectora y avisé del suceso. Sobre todo, mi intención era facilitarle un lugar seguro a Revoltosa.


Como era de esperar, al tratarse de un servicio público, su llegada se retrasó unos cincuenta minutos. La gatita no paraba de maullar, así que para no asustar a mi pequeña conejita, decidimos esperar en el coche.


Una vez en el coche mi pareja y yo jugamos con la pequeña, que gracias a un pañuelo arrugado que tenía en el bolsillo conseguimos entretenerla y que así dejara de maullar.

Si bien es cierto que le cogimos mucho cariño, Revoltosa se agarraba a mi brazo buscando mimos, de eso no le faltó.


Una vez llegó la protectora cogí a la gatita con todo mi amor y me dirigí a la furgoneta, que apenas apreciaba debido a las lágrimas que corrían por mis ojos. Sentía pena, nostalgia, me sentía por un momento vacía cuando la metían en el transportín, pero sabía que había hecho lo correcto, sabía que no podía darle un hogar a Revoltosa y allí la cuidarían bien hasta que una familia la adoptara, que por su corta edad, serían en breve.

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Un espacio creado por Irene Yebra para compartir historias, entrevistas y estrategias de comunicación. Periodismo, creatividad y contenido con propósito.

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